
La cantidad de casos de tuberculosis en Argentina mostró un preocupante aumento del 38% en lo que va del año, según el último Boletín Epidemiológico Nacional (BEN) correspondiente a la semana del 14 de abril de 2025. Entre enero y mediados de abril se notificaron 3.488 contagios, una cifra significativamente más alta que la mediana registrada en los últimos cinco años, que era de aproximadamente 2.530 casos para el mismo período.
Esta tendencia ascendente, a pesar de los programas de control implementados, vuelve a poner en evidencia que la tuberculosis (TB) continúa siendo un desafío importante para el sistema sanitario. La enfermedad, prevenible y tratable, representa un riesgo tanto para personas con VIH como para quienes no conviven con esta infección, y requiere una respuesta cada vez más urgente y efectiva.
Según datos del Ministerio de Salud, las poblaciones más vulnerables suelen ser aquellas que enfrentan dificultades para acceder a tratamientos, ya sea por falta de información o por barreras en el sistema de salud. “En Argentina, una persona muere por tuberculosis cada ocho horas, y aunque el tratamiento es gratuito, muchas veces no se accede a tiempo”, remarcó el doctor Miguel Pedrola, director científico para América Latina y el Caribe de la AIDS Healthcare Foundation (AHF).
Uno de los factores que más complica el tratamiento de la enfermedad es la creciente resistencia a los antibióticos. La TB multirresistente (TB-MDR), que no responde adecuadamente a fármacos de primera línea como la rifampicina e isoniacida, está ganando terreno. Este fenómeno convierte tratamientos que podrían durar meses en procesos mucho más extensos, difíciles y costosos, con peores tasas de recuperación.
La situación en Argentina se enmarca en un contexto global preocupante. En 2022, la tuberculosis causó 1,3 millones de muertes en el mundo, incluyendo a 167.000 personas que también vivían con VIH, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La coinfección entre TB y VIH acelera la progresión de ambas patologías, lo que hace indispensable un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno.
Frente a esta realidad, el Ministerio de Salud nacional viene reforzando distintas estrategias para mejorar la respuesta sanitaria. Entre las recomendaciones para reducir la transmisión figuran el uso de barbijos por parte de personas infectadas, el aislamiento durante la etapa contagiosa y mantener una buena ventilación e higiene en hogares y lugares de trabajo. También se destaca la importancia de completar el tratamiento completo, que puede durar entre seis meses y un año, dependiendo del tipo de tuberculosis.
Otro pilar fundamental es la vacuna BCG, que se aplica al nacer y ayuda a prevenir las formas más graves de la enfermedad, especialmente en niños pequeños. Sin embargo, esta vacuna no evita por completo la infección, por lo que el tratamiento sigue siendo la herramienta más eficaz.
A pesar de que se han logrado avances en la detección temprana —gracias a pruebas más rápidas—, todavía falta mejorar el acceso y la adherencia al tratamiento. Las estadísticas más recientes indican que muchos pacientes no logran completar el proceso terapéutico, lo que favorece la aparición de cepas resistentes.
La OMS recomienda un enfoque de cooperación internacional para erradicar la tuberculosis, que incluya una mayor inversión en salud, mejora en la atención médica y el desarrollo de tratamientos más cortos y eficaces.
“El mundo ya está trabajando para erradicar la tuberculosis, mientras que en Argentina aún estamos dando los primeros pasos”, señaló el doctor Pedrola. La falta de una estrategia integral, sumada a la escasez de recursos, dificulta avanzar hacia una solución definitiva.
En nuestro país, la tuberculosis provoca más de 10.000 contagios por año y unas 700 muertes. Aunque se ha progresado en términos de acceso al diagnóstico y tratamientos gratuitos, los desafíos persisten: desde la resistencia antimicrobiana hasta la falta de información en la población.
Para revertir esta situación, es fundamental que tanto el Estado como las organizaciones internacionales redoblen sus esfuerzos. Solo con un compromiso firme y coordinado será posible reducir de manera significativa la prevalencia y mortalidad de esta enfermedad que, aún hoy, afecta a miles de argentinos cada año.